La derechización de la derecha
Alejandro Encinas Rodriguez
6 de junio de 2009
Cuando la cúpula panista pactó la llegada de Salinas de Gortari a la Presidencia de la República en 1988, bajo la convicción de que éste tendría que construir su legitimidad en el ejercicio de gobierno, se selló una alianza que más adelante se traduciría en el desmantelamiento del aparato del Estado para el desarrollo rural, en especial del ejido; la liberación de la economía; la desnacionalización de la banca; la redefinición de las relaciones con la Iglesia y, finalmente, en el arribo del PAN a la Presidencia.
Dicha alianza significó la consolidación de una corriente dentro del panismo que fue incapaz de reconocer el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas ese año y que, de manera pragmática, no sólo pactó con Salinas, sino que abandonó las banderas democráticas que durante décadas enarboló frente al partido de Estado.
Al ocupar Vicente Fox el Ejecutivo federal en el 2000, esta mancomunidad se consolidó, pues más allá de la alternancia que representaba el triunfo panista ese año, para Fox y para el panismo era impensable consolidar una transición a la democracia que permitiera un cambio de régimen político, pues la alianza pactada significaba su prevalencia.
A partir de entonces, el gobierno panista afianzó dicho acuerdo anclándose en las mismas prácticas y corporaciones que sostuvieron a los distintos regímenes priístas, como la corrupta estructura sindical oficial, y fortaleció a los mismos grupos de poder beneficiarios de la impune bonanza del priísmo, que a la postre apoyaron a Felipe Calderón.
Tras el fraude de 2006, la falta de legitimidad de Calderón abrió paso, ahora desde el PRI, a la misma convicción: desconocer el triunfo de López Obrador y negociar con quien aspiraba legitimarse desde el gobierno, lo que ha permitido a los viejos personeros del sistema gozar de impunidad, ampliar privilegios y negocios, e incluso entrar en un escarceo en el que pueden disputar la alternancia en el poder, sin poner en riesgo al régimen, es decir, a las “instituciones” que le permiten su subsistencia y a los intereses que protegen y anhelan la conformación de un sistema bipartidista en el país. De ahí el acompañamiento del PRI con Calderón, en un encuentro entre quienes no pueden rectificar el rumbo del país, pues cualquier cambio real pone en entredicho su futuro.
Por ello, ante la profunda crisis económica e institucional por la que transita el país, que amenaza la estabilidad de dicho acuerdo y del propio sistema, y ante la incapacidad para rectificar el rumbo y transitar hacia un Estado democrático con responsabilidad social, las tentaciones autoritarias resurgen como condición de subsistencia, en la que en aras de una legitimidad no lograda se infunde miedo, se manipula la información y se viola la ley.
La intervención del gobierno federal ante la influenza y en Michoacán es ejemplar. No salude, no se bese, no salga de su casa (no vote). A nombre del combate al crimen organizado se vulnera el pacto federal y la soberanía de un estado, se allanan domicilios, incluida la sede de los poderes del gobierno local, se priva ilegalmente de la libertad, se violan garantías constitucionales básicas.
Se debe actuar con firmeza contra el crimen, mas no a costa de violar la ley. No se puede violar la ley pretendiendo hacerla cumplir; no se puede subordinar a un estado libre y soberano a los designios arbitrarios de otro poder. Violar la ley en su nombre y conculcar garantías son signos de regímenes totalitarios.
Qué distancia con El Salvador, donde la derecha de los escuadrones de la muerte asume el triunfo de la izquierda, en tanto la derecha mexicana, ante su ilegitimidad, su incapacidad probada y el abandono de las banderas democráticas, busca en el autoritarismo mantenerse en el poder por el poder mismo.
Fuente : El Universal
Alejandro Encinas Rodriguez
6 de junio de 2009
Cuando la cúpula panista pactó la llegada de Salinas de Gortari a la Presidencia de la República en 1988, bajo la convicción de que éste tendría que construir su legitimidad en el ejercicio de gobierno, se selló una alianza que más adelante se traduciría en el desmantelamiento del aparato del Estado para el desarrollo rural, en especial del ejido; la liberación de la economía; la desnacionalización de la banca; la redefinición de las relaciones con la Iglesia y, finalmente, en el arribo del PAN a la Presidencia.
Dicha alianza significó la consolidación de una corriente dentro del panismo que fue incapaz de reconocer el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas ese año y que, de manera pragmática, no sólo pactó con Salinas, sino que abandonó las banderas democráticas que durante décadas enarboló frente al partido de Estado.
Al ocupar Vicente Fox el Ejecutivo federal en el 2000, esta mancomunidad se consolidó, pues más allá de la alternancia que representaba el triunfo panista ese año, para Fox y para el panismo era impensable consolidar una transición a la democracia que permitiera un cambio de régimen político, pues la alianza pactada significaba su prevalencia.
A partir de entonces, el gobierno panista afianzó dicho acuerdo anclándose en las mismas prácticas y corporaciones que sostuvieron a los distintos regímenes priístas, como la corrupta estructura sindical oficial, y fortaleció a los mismos grupos de poder beneficiarios de la impune bonanza del priísmo, que a la postre apoyaron a Felipe Calderón.
Tras el fraude de 2006, la falta de legitimidad de Calderón abrió paso, ahora desde el PRI, a la misma convicción: desconocer el triunfo de López Obrador y negociar con quien aspiraba legitimarse desde el gobierno, lo que ha permitido a los viejos personeros del sistema gozar de impunidad, ampliar privilegios y negocios, e incluso entrar en un escarceo en el que pueden disputar la alternancia en el poder, sin poner en riesgo al régimen, es decir, a las “instituciones” que le permiten su subsistencia y a los intereses que protegen y anhelan la conformación de un sistema bipartidista en el país. De ahí el acompañamiento del PRI con Calderón, en un encuentro entre quienes no pueden rectificar el rumbo del país, pues cualquier cambio real pone en entredicho su futuro.
Por ello, ante la profunda crisis económica e institucional por la que transita el país, que amenaza la estabilidad de dicho acuerdo y del propio sistema, y ante la incapacidad para rectificar el rumbo y transitar hacia un Estado democrático con responsabilidad social, las tentaciones autoritarias resurgen como condición de subsistencia, en la que en aras de una legitimidad no lograda se infunde miedo, se manipula la información y se viola la ley.
La intervención del gobierno federal ante la influenza y en Michoacán es ejemplar. No salude, no se bese, no salga de su casa (no vote). A nombre del combate al crimen organizado se vulnera el pacto federal y la soberanía de un estado, se allanan domicilios, incluida la sede de los poderes del gobierno local, se priva ilegalmente de la libertad, se violan garantías constitucionales básicas.
Se debe actuar con firmeza contra el crimen, mas no a costa de violar la ley. No se puede violar la ley pretendiendo hacerla cumplir; no se puede subordinar a un estado libre y soberano a los designios arbitrarios de otro poder. Violar la ley en su nombre y conculcar garantías son signos de regímenes totalitarios.
Qué distancia con El Salvador, donde la derecha de los escuadrones de la muerte asume el triunfo de la izquierda, en tanto la derecha mexicana, ante su ilegitimidad, su incapacidad probada y el abandono de las banderas democráticas, busca en el autoritarismo mantenerse en el poder por el poder mismo.
Fuente : El Universal