El Despertar
Superar nuestro racismo
José Agustín Ortiz Pinchetti
Domingo 14 de junio de 2009
Mi artículo más reciente suscitó un diluvio de respuestas. Para mis lectores nuestro racismo existe, es grave, debe combatirse. Una minoría blanca domina la sociedad e impide su progreso. ¿Qué podemos hacer para denunciarlo y combatirlo? Ante todo definirlo. En el México colonial existía un sistema de castas garantizado y reglamentado. Residuos muy poderosos subsisten. Los estratos de la sociedad mexicana son cultural y racialmente distintos. Significa que es difícil para la mayoría mestiza tener acceso a la riqueza, a los medios de producción y a las oportunidades. El elemento de casta es determinado por la posición de la familia original. Coincide con las diferencias de clase, aunque desborda el límite de la economía. Es un fenómeno de límites difusos. Y las diferencias son severas pero no totalmente infranqueables. Funcionan como obstáculo para la movilidad social pero no tienen carácter legal ni fatal. Son repudiadas por todos y negadas incluso por aquellos que las padecen.
Complica las cosas nuestra hipocresía. Por décadas acusamos a Estados Unidos de racistas. Lo eran, pero no veíamos nuestro propio racismo. La evolución positiva que ha tenido Estados Unidos para atacar el problema, no se corresponde con el movilismo de México.
¿Qué vías tenemos para cambiar? Uno. Abrir los mercados. La estructura de prácticas restrictivas y monopolios de la minoría criolla margina a muchísimos empresarios mestizos. Tienen que contentarse con sectores de baja rentabilidad y soportar competencia desleal.
Dos. La educación. Si la pública fuera de excelencia y universal, ayudaría a crear una meritocracia y a resquebrajar las rigideces de los estratos. Hoy una educación criolla elitista perpetúa las diferencias.
Tres. Una democracia efectiva y mucho más participativa. Los mejores líderes ascendieran más allá de origen y color. La hegemonía PAN-PRI asegura a las minorías su dominio. Estos cambios son inevitablemente lentos.
Es urgente generar conciencia del fenómeno racista para preparar los cambios. No es fácil, porque el debate y la investigación tienen rechazo oficial. En mi próxima entrega sugeriré cosas concretas que podemos hacer. Invito a mis lectores a que aporten sus ideas por las vías electrónicas. La intercomunicación entre autores y público es una novedad democrática.
Fuente : La Jornada
Superar nuestro racismo
José Agustín Ortiz Pinchetti
Domingo 14 de junio de 2009
Mi artículo más reciente suscitó un diluvio de respuestas. Para mis lectores nuestro racismo existe, es grave, debe combatirse. Una minoría blanca domina la sociedad e impide su progreso. ¿Qué podemos hacer para denunciarlo y combatirlo? Ante todo definirlo. En el México colonial existía un sistema de castas garantizado y reglamentado. Residuos muy poderosos subsisten. Los estratos de la sociedad mexicana son cultural y racialmente distintos. Significa que es difícil para la mayoría mestiza tener acceso a la riqueza, a los medios de producción y a las oportunidades. El elemento de casta es determinado por la posición de la familia original. Coincide con las diferencias de clase, aunque desborda el límite de la economía. Es un fenómeno de límites difusos. Y las diferencias son severas pero no totalmente infranqueables. Funcionan como obstáculo para la movilidad social pero no tienen carácter legal ni fatal. Son repudiadas por todos y negadas incluso por aquellos que las padecen.
Complica las cosas nuestra hipocresía. Por décadas acusamos a Estados Unidos de racistas. Lo eran, pero no veíamos nuestro propio racismo. La evolución positiva que ha tenido Estados Unidos para atacar el problema, no se corresponde con el movilismo de México.
¿Qué vías tenemos para cambiar? Uno. Abrir los mercados. La estructura de prácticas restrictivas y monopolios de la minoría criolla margina a muchísimos empresarios mestizos. Tienen que contentarse con sectores de baja rentabilidad y soportar competencia desleal.
Dos. La educación. Si la pública fuera de excelencia y universal, ayudaría a crear una meritocracia y a resquebrajar las rigideces de los estratos. Hoy una educación criolla elitista perpetúa las diferencias.
Tres. Una democracia efectiva y mucho más participativa. Los mejores líderes ascendieran más allá de origen y color. La hegemonía PAN-PRI asegura a las minorías su dominio. Estos cambios son inevitablemente lentos.
Es urgente generar conciencia del fenómeno racista para preparar los cambios. No es fácil, porque el debate y la investigación tienen rechazo oficial. En mi próxima entrega sugeriré cosas concretas que podemos hacer. Invito a mis lectores a que aporten sus ideas por las vías electrónicas. La intercomunicación entre autores y público es una novedad democrática.
Fuente : La Jornada