Desvergüenza
Alejandro Encinas
14 de marzo de 2009
Ante la crisis económica, distintos gobiernos —el caso de México— han optado por promover campañas de información para transmitir mensajes positivos que generen tranquilidad en la opinión pública, evitar pesimismo en la sociedad y crear la visión de un futuro prometedor pese a la crisis, llegando incluso a mentir u ocultar la gravedad del problema.
Nuestro país vive una situación peculiar, ya que difícilmente puede crearse un ambiente alentador ante el cúmulo de información que a diario registran los medios respecto del clima de violencia e inseguridad que vivimos, a lo que se suma la desvergüenza con que los responsables de atender la crisis económica asumen su responsabilidad.
A las consabidas declaraciones de Agustín Carstens de que a México no le dará “pulmonía”, sino un “catarrito” por la recesión económica que se avecinaba en EU, que se ha convertido ahora en un gran tsunami que viene “del exterior”, se suman las del titular de la Sagarpa, quien en días pasados aseguró que “la crisis no ha tenido una repercusión negativa en el campo mexicano”, que “se afianza la seguridad alimentaria de los mexicanos” pues se reporta al cierre de 2008 una producción de 196.3 millones de toneladas, y que “la gente del campo no está abandonando las parcelas, sino que están trabajando casi en la totalidad de los 3.5 millones de hectáreas que forman el ciclo otoño-invierno”.
Más allá de las fantasías de Alberto Cárdenas, que olvida que la superficie agrícola cultivable del país es de más de 22 millones de hectáreas (76% de temporal y 24% de riego), la realidad del campo es distinta: el país depende crecientemente de las importaciones de alimentos, resultado de la insuficiente producción doméstica. En 2008 se importó 42% de los alimentos que consume el país: 70% del arroz, 50% del trigo, 33% del maíz y 13% de la leche.
En los dos últimos años, las importaciones agroalimentarias alcanzaron la cifra récord de 40 mil millones de dólares en alimentos. De ellos, 10 mmdd equivalieron a las importaciones de granos y oleaginosas. Lejos de la ilusión agroexportadora, México es importador de alimentos. El saldo de la balanza comercial agroalimentaria 2007 y 2008 ha sido de menos 7 mil 500 mdd, por lo que el sector agroalimentario es responsable de la mitad del déficit de la balanza comercial total de México. En 2008 la superficie cultivada de maíz disminuyó en un millón de hectáreas y la de frijol en 500 mil hectáreas respecto de 1997. Un millón de hectáreas de riego permanecen ociosas por falta de mantenimiento de los sistemas de riego, crédito y rentabilidad de los cultivos.
Si bien las exportaciones agroalimentarias han aumentado, éstas se concentran en una minoría de agricultores ricos y empresas exportadoras, buena parte de ellas extranjeras, que operan con un alto costo social: explotación de jornaleros agrícolas que laboran en pésimas condiciones, sin seguridad social y bajos salarios, y un alto costo ambiental: abatimiento y contaminación de acuíferos y suelos agrícolas, ensalitramiento de áreas de riego. La desigualdad y la pobreza aumentan: de acuerdo con Araceli Damián, investigadora de El Colegio de México, entre 2007 y 2008 la pobreza alimentaria aumentó en 4.3 millones de personas, alcanzando a 13.8 millones de mexicanos, mientras 7 millones más se convirtieron en pobres patrimoniales.
Un buen gobierno —cuando existe— debe infundir confianza y no mentir. La derecha vive y nos quiere hacer vivir en el país de nunca jamás, donde todo y nada son posibles. Mientras, en México no sólo hay pobreza, sino comienza a haber hambre.
Fuente : El Universal
Alejandro Encinas
14 de marzo de 2009
Ante la crisis económica, distintos gobiernos —el caso de México— han optado por promover campañas de información para transmitir mensajes positivos que generen tranquilidad en la opinión pública, evitar pesimismo en la sociedad y crear la visión de un futuro prometedor pese a la crisis, llegando incluso a mentir u ocultar la gravedad del problema.
Nuestro país vive una situación peculiar, ya que difícilmente puede crearse un ambiente alentador ante el cúmulo de información que a diario registran los medios respecto del clima de violencia e inseguridad que vivimos, a lo que se suma la desvergüenza con que los responsables de atender la crisis económica asumen su responsabilidad.
A las consabidas declaraciones de Agustín Carstens de que a México no le dará “pulmonía”, sino un “catarrito” por la recesión económica que se avecinaba en EU, que se ha convertido ahora en un gran tsunami que viene “del exterior”, se suman las del titular de la Sagarpa, quien en días pasados aseguró que “la crisis no ha tenido una repercusión negativa en el campo mexicano”, que “se afianza la seguridad alimentaria de los mexicanos” pues se reporta al cierre de 2008 una producción de 196.3 millones de toneladas, y que “la gente del campo no está abandonando las parcelas, sino que están trabajando casi en la totalidad de los 3.5 millones de hectáreas que forman el ciclo otoño-invierno”.
Más allá de las fantasías de Alberto Cárdenas, que olvida que la superficie agrícola cultivable del país es de más de 22 millones de hectáreas (76% de temporal y 24% de riego), la realidad del campo es distinta: el país depende crecientemente de las importaciones de alimentos, resultado de la insuficiente producción doméstica. En 2008 se importó 42% de los alimentos que consume el país: 70% del arroz, 50% del trigo, 33% del maíz y 13% de la leche.
En los dos últimos años, las importaciones agroalimentarias alcanzaron la cifra récord de 40 mil millones de dólares en alimentos. De ellos, 10 mmdd equivalieron a las importaciones de granos y oleaginosas. Lejos de la ilusión agroexportadora, México es importador de alimentos. El saldo de la balanza comercial agroalimentaria 2007 y 2008 ha sido de menos 7 mil 500 mdd, por lo que el sector agroalimentario es responsable de la mitad del déficit de la balanza comercial total de México. En 2008 la superficie cultivada de maíz disminuyó en un millón de hectáreas y la de frijol en 500 mil hectáreas respecto de 1997. Un millón de hectáreas de riego permanecen ociosas por falta de mantenimiento de los sistemas de riego, crédito y rentabilidad de los cultivos.
Si bien las exportaciones agroalimentarias han aumentado, éstas se concentran en una minoría de agricultores ricos y empresas exportadoras, buena parte de ellas extranjeras, que operan con un alto costo social: explotación de jornaleros agrícolas que laboran en pésimas condiciones, sin seguridad social y bajos salarios, y un alto costo ambiental: abatimiento y contaminación de acuíferos y suelos agrícolas, ensalitramiento de áreas de riego. La desigualdad y la pobreza aumentan: de acuerdo con Araceli Damián, investigadora de El Colegio de México, entre 2007 y 2008 la pobreza alimentaria aumentó en 4.3 millones de personas, alcanzando a 13.8 millones de mexicanos, mientras 7 millones más se convirtieron en pobres patrimoniales.
Un buen gobierno —cuando existe— debe infundir confianza y no mentir. La derecha vive y nos quiere hacer vivir en el país de nunca jamás, donde todo y nada son posibles. Mientras, en México no sólo hay pobreza, sino comienza a haber hambre.
Fuente : El Universal